lunes, 27 de julio de 2009

Esencias

Nací en Sevilla, la ciudad más preocupada por lo redondo de su ombligo y encantada de sus costumbres que he conocido jamás. Y, además, crecí en Triana, el barrio más tradicional de Sevilla. Toda mi infancia la pasé rodeado de rutinas y usos sociales que hasta entonces se habían mantenido prácticamente sin modificarse desde siglos atrás. Por mi barrio pasaban el panadero, el frutero en su camión amarillo, el vendedor de higos, el vendedor de camarones, el vendedor de flores, el afilaor, el tapicero (con esa grabación universal de su oferta en sillas, sillones, tresillos…), el de los huevos, blancos y morenos, el chatarrero, el de las alfombras, y un largo y colorido etcétera. Y todos se conocían el nombre, el piso y el número y profesión de los familiares de cada vecina. Porque entonces, a esas horas, sólo había vecinas. Y hoy, de todos aquellos negocios ambulantes sólo quedan algunos retales, más llevados por la inercia de la costumbre que por la necesidad.

Las noches de verano las mujeres se bajaban a la calle con sus sillas y sus batas de flores, y hasta altas horas de la madrugada ponían en pie toda la actualidad social de los alrededores tan sólo alimentadas con pipas de calabaza. Nosotros, los niños, nos comíamos los bocadillos que nuestras madres nos tiraban por la ventana para no pasar ni un segundo menos en la calle. Mi madre, además, me tiraba un cartucho de papel de plata con patatas y ketchup. Ahora, no hay niños en la calle, y las vecinas… Bueno, las vecinas siguen bajando a criticar, que esa costumbre no se pierde y da mucha vidilla.

Las vivencias de mi infancia, probablemente, no están muy alejadas en lo importante de las de la infancia de cualquier otra persona de barrio. Tal vez Triana tenga un añadido de tradicionalismo. Tal vez. Pero el tiempo pasa, la última década ha barrido más anclajes que muchos siglos atrás, y la gente se enfrenta a ello de dos maneras antagónicas: están, por un lado, los que reclaman las tradiciones como una garantía de la permanencia de los valores sociales; y, por el otro, los que se empeñan en avanzar desechando cualquier tiempo pasado mejor o peor, y centrándose en descubrir y relamer el atractivo de los nuevos usos sociales. Yo, y supongo que la mayoría de las personas “centradas” tampoco, nunca comprendí demasiado el afán por defender una u otra idea como contrarias, y siempre me decanté a pensar en que la lógica, el pragmatismo y un punto de romanticismo acaban por enjuiciar estos términos hasta colocarlos en su justa medida. Ésta “justa medida” es la que lleva a muchos a añorar el vinilo, y a casi ninguno a acordarse del casete.

El exceso de anclajes nos lleva en demasiadas ocasiones a sobrevalorar “lo de siempre”. Sevilla es un gran ejemplo de ello, preocupada por no perder en cada paso un poco de esa supuesta esencia inalterable e irrecuperable. Pero, del mismo modo, la tendencia a olvidar, minimizar o ningunear los valores positivos de ciertas viejas costumbres es igualmente contraproducente y doblemente estúpida.. Por ello, siempre defenderé la calle frente a la casa, la terraza frente al bar, el mail y el movil frente a la carta y la incertidumbre, las macetas frente a las flores cortadas, los tatuajes de pega frente a los piercing prematuros, la justa medida frente a la falsa velocidad. Porque el camino es dificil y largo, y bueno será el arbol o la sombrilla, mientras encuentres debajo un poco de sombra...

4 comentarios:

  1. Quizás todos los que nos hemos criado en un pueblo o en un barrio y sabemos cual es esa serie que empezaba..." En 1972 un comando compuesto por 4 de los mejores hombres del ejercito americano, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido..." es decir que ya tenemos una edad, recordamos aquellos años con añoranza, con la perspectiva de una vida con caminos recorridos dejados atras hace ya demasiado tiempo.
    Pero estoy seguro que los niños de hoy, dentro de veintitantos años, recordaran con el mismo sentimiento las consolas con las que hoy juegan o los centros comerciales en los que les dejaban sus padres todo el día...
    Pero dejemos que el futuro nos sorprenda porque sin duda, sin ninguna duda, los recuerdos de hoy serán añorados mañana.

    Mil besos

    Oscar el fan :)

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  2. :) muy buen escrito, te seguí en fotolog, y ahora que lo tienes abandonado...te sigo por aquí, no se que tienes pero hasta expresandote causas emoción. Opino igual que el comentario de arriba, los recuerdos de hoy, serán añorados mañana, sea cual sea el tiempo en el que estemos. saludos de una fan....

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  3. Te conocí hace unos años.... y recuerdo una cena con amigos en común... me llamó la atención tu timidez y me encanto tu sonrisa y tu saber estar.... al igual que la forma en que embelleces las palabras.
    Patricia.---

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  4. me has metido de lleno, me has llevado por las luces y las sombras de esas calles de Triana...
    algún día conoceré Sevilla, supongo que será una Sevilla sin rastro del trasiego de los vendedores ambulantes ni de las pipas de girasol decorando las aceras, pero será una Sevilla preciosa, tiene que serlo

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