jueves, 2 de julio de 2009

Decidir vivir

Martín Romaña, el maravilloso y exagerado alter ego de Alfredo Bryce Echenique y protagonista de sus también maravillosas novelas La vida exagerada de Martín Romaña y El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, desarrolla en un momento determinado de la primera obra una teoría, cuyos principios desencadenantes no podría explicar y que él resume en una frase, que inmediatamente adopté para mí y para siempre. Ésta dice “los enormes deseos de vivir esconden infinitas posibilidades de sorpresa”. Una ecuación genial, imposible y exagerada que me da un empujoncito cada vez que, una o dos veces al día, decido decidir vivir. Sin exagerar, y sin aceptar que decidir vivir sea aquello de despertar, respirar, comer, caminar y dejarse llevar por la tramposa inercia del trabajar-que-el-trabajo-dignifica-y-del-aire-no-se-alimenta-nadie.

Sigo tirando de citas y de casuística. Mi madre me cuenta que hace muchos años, recién casada, joven y enamorada, empleaba todo el día para colocar un poto – por si no lo sabe alguien, es un tipo de maceta – en el rincón más apropiado de la casa. Un acto sencillo, cotidiano e intrascendente al que dedicaba toda su atención y toda su ilusión. Eso es decidir vivir. Porque el ser humano que no consigue encontrar la felicidad tiene, normalmente, un problema de base: hemos aprendido que para ser felices tenemos que elevar las miras, complicar los objetivos hasta casi imposibilizarlos, “pintar de especial” todos y cada uno de los actos para sentirnos únicos e inmortales. Pero las grandes obras no son aquellas que se elevan, o tratan de elevarse, por sí mismas hasta el cielo. Las grandes obras son, o deberían ser, las que te elevan A TI. A mi madre, repito, recién casada, joven y enamorada, decidir sin prisa, sin trascendencia y con enorme ilusión dónde colocar el poto le suponía decidir vivir. Sin exagerar.

Abrumado por lo inexplicable de algunos hechos sucedidos en estos días, desconcertado por la exquisita crueldad de los dramas cotidianos, decido decidir vivir tres o cuatro veces al día. Porque de qué vale lamentarse de las horas perdidas, de qué vale lanzar puñetazos al cielo, si al final de los días nos damos cuenta de que lo único que dejamos atrás es un mar de proyectos perdidos.

1 comentario:

  1. dicen que la vida no es más que eso que nos pasa por delante de las narices mientras hacemos proyectos para mañana no? Pues eso. Que hay que disfrutar de esos "impulsos de vida" que nos arrancan las ganas de vivir y de sonreir de vez en cuando en este valle de mañanasseranmejor.

    Mil besos del fan

    Oscar el fan :)

    Pd. Eso que estas haciendo... eh... es el pino?? jijijji ( muackkk )

    ResponderEliminar