- Mi abuelo era una de esas personas que con dos frases hechas, las de cada reunión familiar, sentenciaba toda una ideología. Y había algo que decía… Decía: Cuando un hombre tiene los bolsillos llenos, entra en un bar erguido, seguro y firme, se sienta en la barra y le dice al camarero casi como una exigencia: “Ponme una cerveza”. Pero cuando un hombre tiene los bolsillos vacíos, entra en el bar inseguro, casi escondido en sí mismo, se sienta en una esquina de la barra y a media voz, casi avergonzado, pregunta con una voz muy pequeñita: “¿me podrías poner una cervecita?”.
De aquella sonrisa, donde aún se dejan ver los últimos restos de carmín, se escapa una columna de humo que se mezcla con la luz de la bombilla. El humo asciende sibilino como la cobra del encantador de serpientes, dejando atrás aquella sábana bajera, aquella bombilla barata, y escapándose a través del conducto de la ventilación para dejar aquellos cuerpos en merecida intimidad. Asciende sobre el neón, sobre las tejas, sobre los gemidos, asciende sobre las intenciones ocultas, la vergüenza, los contratos y los deseos, y en su ascenso escribe sobre el lienzo del cielo la historia de unas palabras que se escaparon de entre los dientes de un enamorado sin nombre.
- ¿Por qué me cuentas eso?
- No sé, me ha venido a la cabeza. Supongo que ahora mismo siento que me has llenado los bolsillos.
Como me gusta recuperar tus escritos, tus pensamientos tu pasión escribiendo. Sigue siendo un honor y un placer leerte.
ResponderEliminarGracias siempre por ese regalo.
besos y mas besos
Oscar el fan :)
Me he metido por vez primera en tu blog. Te conozco, aparte del Facebook, por los elogios tremendos de Mari Carmen Montoya.
ResponderEliminarEste texto me ha hecho vibrar, delicioso, preciosa y perfecta tu prosa, Hilario.
¿Cuándo publicas? ¡Tu voz no puede quedarse sólo aquí!
Enhorabuena, periodista!
Carmen Garrido Ortiz
www.ladamadeverde.blogspot.com
Este cuento es increíble! Precioso, sutil, y con un final mágico. Me ha gustado mucho.
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